La reciente caída de Bitcoin refleja un ajuste más profundo que una simple toma de utilidades. A nuestro juicio, se trata de un retroceso sincronizado de los principales motores que sostuvieron el rally anterior. En particular, la salida de capital institucional —especialmente desde ETFs, que registraron cifras récord de rescates— eliminó una fuente clave de demanda. Este fenómeno respondió, en parte, a la toma de ganancias tras los máximos recientes, en un entorno de menor liquidez y mayores costos de cobertura. A ello se sumó la creciente incertidumbre macro, especialmente en torno a la política monetaria en Estados Unidos, y una rotación hacia activos defensivos que redujo la exposición a activos de riesgo. El contexto fue amplificado por liquidaciones forzadas en derivados, que generaron ventas automáticas y aceleraron la caída. En mercados apalancados, una caída inicial puede gatillar ventas obligadas que profundizan el movimiento, transformando un ajuste normal en una espiral bajista.
Un elemento crítico de este episodio ha sido la fragilidad del modelo de tesorería corporativa en activos digitales, en el que empresas que compraron Bitcoin financiándose con deuda o acciones ahora se ven forzadas a vender para recomprar acciones, cumplir obligaciones o evitar deterioros contables. Firmas como FG Nexus, ETHZilla y Sequans se transformaron en vendedores, inyectando oferta en el peor momento.
El mercado de Bitcoin sigue siendo extremadamente sensible a shocks de flujo, dado que pequeños cambios en entradas o salidas pueden mover el precio de forma desproporcionada debido a su limitada profundidad y a la naturaleza procíclica de los vehículos institucionales.
De cara al futuro, persisten riesgos de nuevas caídas si continúan las salidas desde ETFs, se prolonga la incertidumbre macro o si más empresas con balances expuestos se ven forzadas a liquidar posiciones. Además, el hecho de que gran parte del rally previo haya sido impulsado por flujos especulativos refuerza la vulnerabilidad del precio. Bitcoin, al carecer de un valor intrínseco y depender casi por completo de la demanda marginal, sigue siendo especialmente sensible a shocks de flujo y cambios en la percepción de riesgo. De esta forma, cualquier deterioro adicional en las condiciones financieras o un repunte de la volatilidad global podría traducirse en nuevas presiones bajistas significativas.